Ricardo Yáñez
1
Uno simplemente ignora todo. En la medida en que lo aceptes no sufrirás.
El que acude a un taller no acude en busca de conocimientos, sino de ignorancia, de una ignorancia mejor.
Ignorar mejor, en poesía, significa hacer lo posible por no decir lo que uno sabe de la manera en que sabe decirlo, sino calladamente hablar de lo que uno ignora en modo -incluso para sí, por ignorado- sorprendente.
2
Ese sorprendente modo en que logramos a veces decir a plenitud lo que ignoramos tiene al menos dos posibilidades de presentarse, de hacerse presente, de invadir o invadirnos con su ineludible presencia: la riqueza y la desnudez de recursos. Ornamentada o nuda, barroca o ascética, en ambos casos su totalidad requiere, para hacerse tangible, un trabajo formal. Sea que la labor del poeta desemboque en el vacío, sea que haga manifiesta la maravilla, su poema es producto de una disciplina. La disciplina de ignorar. En ocasiones incluso la disciplina de ignorar que ignora.
3
Al taller no se acude para mejor conocer, sino para mejor desconocer que se conoce. Adquirir un recurso es también adquirir, de plano, la imposibilidad de utilizarlo en tanto recurso.
Y es que cada recurso es una esencia. Una gradación, por ejemplo, no es sólo una gradación, una figura estática, la abstracción que permite saber que hay más y menos en determinado movimiento -visual, cronológico, conceptual-. Tal gradación es justamente tal determinado movimiento; movimiento que siendo lingüístico, es asimismo corporal, y que siendo corporal es también, y acaso sobre todo, un movimiento del alma. La gradación es ese movimiento, graduado, del alma. Gradación es resultado entonces, no recurso.
Uno puede hacer un inventario de los movimientos del alma lingüísticos que conoce -se han hecho siempre-. Lo que no puede hacer es poner en su alma esos movimientos como si fueran los de la propia alma.
4
Uno, al conocer los movimientos de las almas ajenas, puede intentar recorrerlos, actuarlos, ponerlos en práctica. De tal ejercicio cabe suponer que el alma propia adquirirá destreza para la movilidad. Pero no necesariamente dirección acertada, ni mucho menos impulso motor original.
El motus proprius animae de cada quien es susceptible, no obstante, de ser distinguido. Aun el más lerdo de los imitadores aprende a reconocer qué voces le son más cercanas a su voz. Y de las voces cercanas a su voz cuál más su voz parece. Así, como en el viejo juego de "frío" y "caliente", el practicante del oficio de poeta al repetir recursos está en situación de reconocer cuáles de esos parecen más suyos, someterlos a prueba y esperar de su alma que, puesta en los movimientos que en apariencia le son más afines, pronto le descubra los que devendrán íntimos.
5
La voz de cada uno está hecha de muchas voces; pero las muchas voces del lenguaje poético provienen de una sola Voz.
Entre la voz de uno y la Voz del lenguaje hay mucha diferencia. El deber del poeta es conseguir que esa tal diferencia resulte indiferente.
6
Nada más difícil para un poeta que oír lo que va diciendo -escribiendo- como si no fuese él quien así habla. O sí: oír con mayor atención cada vez a lo que desde sí habla para que lo que desde sí habla lo haga con la certeza de que su precisa dicción no será difamada.
7
Por más del alma que provenga, no hay movimiento que no aspire a la fisicidad, que no devenga movimiento físico. De ahí que todo poema sea susceptible de ser danzado. Cuando Marta Verduzco hizo -literal y corporalmente- poesía en movimiento no procedió de otro modo que volviendo su cuerpo lengua de poeta -o de lector de poemas-, que haciendo de un foro teatral la amplificada cavidad bucal de la Poesía.
8
Los movimientos de las almas, aunque parecidos, son intransferibles. Lo que un coordinador de taller puede hacer en provecho de un aspirante a poeta es, de una parte, extender ante éste un muestrario de posibilidades formales; de otra -y esto que parece más difícil es en realidad mucho más fácil- despejar los obstáculos que en torno del alma del recién llegado se amontonan para lograr que ésta realice sus más desnudos y originales movimientos.
Publicado el domingo 26 de enero de 1986 en La Jornada Semanal. Páginas 2 y 3.
1
Uno simplemente ignora todo. En la medida en que lo aceptes no sufrirás.
El que acude a un taller no acude en busca de conocimientos, sino de ignorancia, de una ignorancia mejor.
Ignorar mejor, en poesía, significa hacer lo posible por no decir lo que uno sabe de la manera en que sabe decirlo, sino calladamente hablar de lo que uno ignora en modo -incluso para sí, por ignorado- sorprendente.
2
Ese sorprendente modo en que logramos a veces decir a plenitud lo que ignoramos tiene al menos dos posibilidades de presentarse, de hacerse presente, de invadir o invadirnos con su ineludible presencia: la riqueza y la desnudez de recursos. Ornamentada o nuda, barroca o ascética, en ambos casos su totalidad requiere, para hacerse tangible, un trabajo formal. Sea que la labor del poeta desemboque en el vacío, sea que haga manifiesta la maravilla, su poema es producto de una disciplina. La disciplina de ignorar. En ocasiones incluso la disciplina de ignorar que ignora.
3
Al taller no se acude para mejor conocer, sino para mejor desconocer que se conoce. Adquirir un recurso es también adquirir, de plano, la imposibilidad de utilizarlo en tanto recurso.
Y es que cada recurso es una esencia. Una gradación, por ejemplo, no es sólo una gradación, una figura estática, la abstracción que permite saber que hay más y menos en determinado movimiento -visual, cronológico, conceptual-. Tal gradación es justamente tal determinado movimiento; movimiento que siendo lingüístico, es asimismo corporal, y que siendo corporal es también, y acaso sobre todo, un movimiento del alma. La gradación es ese movimiento, graduado, del alma. Gradación es resultado entonces, no recurso.
Uno puede hacer un inventario de los movimientos del alma lingüísticos que conoce -se han hecho siempre-. Lo que no puede hacer es poner en su alma esos movimientos como si fueran los de la propia alma.
4
Uno, al conocer los movimientos de las almas ajenas, puede intentar recorrerlos, actuarlos, ponerlos en práctica. De tal ejercicio cabe suponer que el alma propia adquirirá destreza para la movilidad. Pero no necesariamente dirección acertada, ni mucho menos impulso motor original.
El motus proprius animae de cada quien es susceptible, no obstante, de ser distinguido. Aun el más lerdo de los imitadores aprende a reconocer qué voces le son más cercanas a su voz. Y de las voces cercanas a su voz cuál más su voz parece. Así, como en el viejo juego de "frío" y "caliente", el practicante del oficio de poeta al repetir recursos está en situación de reconocer cuáles de esos parecen más suyos, someterlos a prueba y esperar de su alma que, puesta en los movimientos que en apariencia le son más afines, pronto le descubra los que devendrán íntimos.
5
La voz de cada uno está hecha de muchas voces; pero las muchas voces del lenguaje poético provienen de una sola Voz.
Entre la voz de uno y la Voz del lenguaje hay mucha diferencia. El deber del poeta es conseguir que esa tal diferencia resulte indiferente.
6
Nada más difícil para un poeta que oír lo que va diciendo -escribiendo- como si no fuese él quien así habla. O sí: oír con mayor atención cada vez a lo que desde sí habla para que lo que desde sí habla lo haga con la certeza de que su precisa dicción no será difamada.
7
Por más del alma que provenga, no hay movimiento que no aspire a la fisicidad, que no devenga movimiento físico. De ahí que todo poema sea susceptible de ser danzado. Cuando Marta Verduzco hizo -literal y corporalmente- poesía en movimiento no procedió de otro modo que volviendo su cuerpo lengua de poeta -o de lector de poemas-, que haciendo de un foro teatral la amplificada cavidad bucal de la Poesía.
8
Los movimientos de las almas, aunque parecidos, son intransferibles. Lo que un coordinador de taller puede hacer en provecho de un aspirante a poeta es, de una parte, extender ante éste un muestrario de posibilidades formales; de otra -y esto que parece más difícil es en realidad mucho más fácil- despejar los obstáculos que en torno del alma del recién llegado se amontonan para lograr que ésta realice sus más desnudos y originales movimientos.
Publicado el domingo 26 de enero de 1986 en La Jornada Semanal. Páginas 2 y 3.
Imagen: tomada de http://sabiodelito.blogspot.com/
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